martes, 6 de septiembre de 2011

Lista 25 "Abriendo caminos" para Consejo Directivo

POR UN NUEVO PROYECTO POLÍTICO-ACADÉMICO PARA SOCIALES

Entre el lunes 12 y el jueves 15 de septiembre en la Facultad de Ciencias Sociales se elegirán los representantes del claustro de graduados en el consejo Directivo y las Juntas de Carrera, lo propio se hará en las direcciones de las cinco carreras.

En ese marco, en tanto colectivos de docentes y graduados de Sociología, Ciencia Política y Ciencias de la Comunicación confluiremos con otros espacios en la construcción de las perspectivas que esas carreras y la Facultad en su conjunto requieren en la actual etapa histórica e institucional.

Con el objetivo de renovar un debate que consideramos actualmente empobrecido, ponemos en común nuestra caracterización respecto de la situación de la Facultad y damos a conocer los puntos básicos de las líneas de acción que proponemos de cara a los próximos años.

La Facultad
Un año y medio después de la asunción de Sergio Caletti en el decanato, en nuestra facultad se han potenciado las tendencias más cuestionables que caracterizaron la anterior Gestión. El espacio político que, más allá de alguna variación menor viene dirigiendo la Facultad desde hace casi diez años, ha hecho de la adaptación a la insuficiencia presupuestaria un método de gestión, aún cuando la responsabilidad mayor en este plano esté centrada en las autoridades nacionales y de la universidad. Al mismo tiempo, las actuales autoridades han prescindido, como nunca en los años previos, de la generación de espacios democráticos para debatir el rumbo de la Facultad. Esta tendencia al autoritarismo y la falta de diálogo se ha expresado, entre otras cosas, en el desconocimiento permanente de la representatividad de profesores, graduados y estudiantes no “afines” en el Consejo Directivo y las Juntas de Carrera dirigidas por dicho espacio político, haciendo que las instancias de co-gobierno queden impregnadas de una cada vez mayor formalidad que va en sentido opuesto a cualquier intento por democratizar la vida institucional de la Facultad. Lo mismo ocurre con el desconocimiento permanente de la representatividad de la AGD y del CECSo.
Esta tendencia a asumir la conducción de una institución en clave administrativista, ha colocado a Sociales en una inercia difícil de romper. Hoy por hoy, la Facultad carece de una política que le permita actuar como un espacio de referencia para la difusión y el intercambio de lo que en su seno se produce. No cuenta con eventos académicos regulares que hagan de ella un punto de articulación para docentes, investigadores y estudiantes a nivel nacional, regional e internacional. No existen producciones mediáticas regulares ni una política de publicaciones académicas que permita poner en circulación libros y folletos a precios accesibles. En este marco, más difícil todavía es vislumbrar un debate sobre los criterios fundamentales para una política propia de investigación y de extensión. Se hace muy complicado visualizar las iniciativas que en estos años la Facultad -como tal- ha generado para hacer un aporte significativo y crítico respecto de las cuestiones más relevantes para el país y la región.
Pero estas tendencias de superficie responden a lógicas de funcionamiento institucional menos visibles y cada vez más consolidadas. En los últimos años, toda una capa de docentes “recién llegados” encontró en la estructura administrativa de la facultad y de las carreras un espacio favorable para ocupar posiciones relevantes. Lo que la rígida estructura de cátedra no les permitía, por una cuestión de avales académicos y por su propia condición de “aspirantes”, lo encontraron en una estructura administrativa que los docentes e investigadores con más trayectoria tendieron a relegar. De esta manera, al ser ocupada por docentes que no desarrollan el grueso de su actividad en el aula o en la investigación ese espacio comenzó a significar un ámbito para la especialización, generándose a su vez un fenómeno que excede a la Facultad de Ciencia Sociales y que hace al desfasaje cada vez mayor existente entre el salario que la misma persona puede percibir en una u otra tarea. Así, se fue consolidando una capa de funcionarios que tiende más a la autorreproducción que a la construcción de un proyecto político-académico, que de no lograr las bases de apoyo necesarias puede poner en cuestión la propia continuidad en la institución.
Estos procesos fueron asumiendo además una forma particular en la medida en que el alineamiento del espacio político que conduce la facultad respecto del Gobierno Nacional se tradujo crecientemente en el ejercicio de la obsecuencia y en la obturación de los debates que hacen a la situación del sistema universitario y a su papel con relación de los grandes problemas sociales, políticos y culturales del momento.
En este marco, nuestra Facultad no sólo aparece hoy por hoy como una entidad difusa y un espacio social poco productivo en términos culturales, en relación a su potencial. En los últimos años, no ha generado ninguna acción que permita cuestionar, reorientar o, aunque más no sea, debatir ampliamente la dirección que han asumido las políticas oficiales para la universidad en general y la UBA en particular. Dicho de otro modo, una de las facultades más aptas para pensar críticamente la dinámica social, se ha adaptado en tanto institución a la consolidación de una escala salarial docente cada vez más desigual e insuficiente; a la precariedad laboral de sus trabajadores; a la aplicación de mecanismos mercantilizadores del conocimiento en los procesos de asignación de recursos para la investigación, a los criterios para la evaluación o la publicación. En este marco, no ha construido una evaluación sistemática del modelo científico oficial ligado a una concepción productivista de la actividad científica sino que, por el contrario, ha reforzado la tendencia a la generación de recursos propios; y ha congelado cualquier discusión sobre la composición del co-gobierno y la estructura de cátedra.
Estas tendencias se pudieron advertir muy claramente durante el proceso de movilización estudiantil del segundo cuatrimestre del año pasado. No solo porque las autoridades negaron sistemáticamente la legitimidad de los reclamos a los que, en última instancia, tuvo que dar respuesta y porque se negó a dialogar, desconociendo sistemáticamente la representatividad de los gremios estudiantiles y docentes, y obturando la construcción de una salida colectiva, sino porque la resolución del conflicto en el Ministerio de Educación que garantizó la asignación de recursos para comenzar la tercera etapa de construcción del nuevo edificio, puso de manifiesto los límites que tiene cualquier política de adaptación y obsecuencia. Sin embargo, más preocupante aún es la tendencia a construir una lectura de la historia reciente de la facultad que omite precisamente la historia de sus luchas. En una facultad donde se estudia en diversas instancias “el conflicto social” y en buena medida se inculca una mirada crítica sobre aquellas perspectivas que tienden a disimular los antagonismos y suprimir la acción de los sujetos, está pendiente la elaboración de su historia social, de sus avances y sus logros, que no es otra cosa que la historia de sus acciones colectivas.
Esta combinación de adaptación, falta de discusión democrática, “administrativismo” y obsecuencia se observó también en la política de desdoblamientos de cátedras impulsada desde la Dirección de Ciencias de la Comunicación y en el modo en que se llevó a cabo la “mudanza” al nuevo edificio a principios de este año. Los desdoblamientos se llevaron a cabo en nombre de la diversidad de contenidos y de la generación de mejores condiciones para el desarrollo de los docentes que la propia carrera forma. Nunca se dio un debate franco y abierto. La iniciativa sólo benefició a un grupo reducido de docentes, naturalizó la imposibilidad de convocar a concursos regulares para la conformación de nuevas cátedras (paralelas). Como era de esperar, no tuvo efectos en términos de pluralidad y sus resultados académicos son dudosos. La mudanza de las carreras de Comunicación y Ciencia Política al nuevo edificio estuvo plagada de improvisaciones, pero además demostró la falta de previsión y/o, una vez más, la tendencia a adaptarse a “lo dado” . Las improvisaciones que trajeron dificultades en la asignación de aulas, estudios, etcétera. pudieron haberse evitado con la convocatoria a docentes y estudiantes a plantear necesidades y condiciones. La falta de previsión expresa una cuestión más de fondo, en la lógica de la “gestión” la falta de una biblioteca, de un comedor universitario, de espacios de reunión, de gabinetes de computación o de una guardería maternal es una cuestión aleatoria y no parte de las condiciones básicas para desarrollar el proyecto de facultad que nos merecemos.
Nuestra perspectiva
En este marco, desde hace ya varios años venimos aportando en la conformación de un nuevo espacio político-académico para la facultad, un espacio que supone la conformación de un sujeto colectivo basado en la articulación permanente e imprescindible de docentes, graduados y estudiantes; que pretende superar la disputa corporativa entre carreras, al considerarla un mecanismo regresivo orientado a conservar cuotas de poder establecidas; y que busca poner en pié un proyecto de facultad que se haga cargo de las grandes tareas pendientes que hacen a una democratización profunda de la toma de decisiones, de las relaciones entre los diferentes sujetos que allí se desempeñan y del conocimiento que allí se produce.
En esta línea, en un sentido opuesto a las lógicas propias de la adaptación y el posibilismo, como docentes y graduados de la Facultad de Ciencias Sociales pensamos que es necesaria la construcción de prácticas que no alimenten el vaciamiento de los valores y los criterios más valiosos que heredamos de la tradición universitaria reformista. Y que deben funcionar como el punto de partida para la puesta en marcha de un cuestionamiento sistemático de los mecanismos de mercantilización del conocimiento que hemos tendido a naturalizar, y que se expresan en la actividad docente, en la investigación, la extensión, la asignación de becas, el acceso a los cargos docentes y los posgrados.
Partiendo de la base de que el rol de la universidad es la producción de conocimiento y la formación de profesionales, investigadores y docentes, resulta fundamental profundizar una mirada crítica sobre las estructuras universitarias vigentes, revisando sus objetivos y colocando en un primer plano las preguntas orientadoras sobre el para qué y el para quién de esa producción .
Desde esa perspectiva, un proyecto político-académico superador al actual, implica asumir a la Facultad como un todo, articulando a los diferentes claustros e incorporando los aportes más valiosos de cada carrera; colocar como horizonte próximo la construcción de una institución democrática en todos sus mecanismos internos y al mismo tiempo porosa en relación a las experiencias más valiosas del movimiento popular, las formaciones culturales de avanzada y los espacios donde se gestan nuevas relaciones sociales y por ende nuevos conocimientos.
Dicho todo lo anterior, desde nuestra condición de docentes, graduados y estudiantes de posgrado, consideramos que la situación de la facultad de Ciencias Sociales nos lleva a poner el énfasis en la necesidad de:
Avanzar en la definición de líneas de trabajo asumidas como Facultad con el objetivo de potenciar la producción académica y cultural, así como su divulgación mediante la organización regular de jornadas y congresos, la apertura de grupos de estudio y centros de investigación, la realización de concursos para la publicación de tesis, tesinas y monografías, y la promoción de nuevos medios de comunicación abiertos al conjunto de la comunidad; fomentar la investigación con la generación de proyectos propios sobre temáticas relevantes, el desarrollo de nuevas instancias y equipos de trabajo sobre opinión pública, observatorios mediáticos y laborales y experimentación multimedia; promover la extensión a través de la gestación de programas para el fortalecimiento de proyectos productivos, mediáticos y culturales, y la formación y capacitación junto con organizaciones sociales. Cada instancia debe estimular la participación de cátedras y grupos de investigación preexistentes, como así también docentes, graduados y estudiantes a través de mecanismos públicos, democráticos y transparentes.
Concretar las condiciones materiales necesarias y deseables para el desarrollo de las actividades de docencia, investigación, tutorías, etc., garantizando los espacios físicos aptos para reuniones, lectura, acceso a internet, biblioteca, laboratorios y estudios mediáticos en las dos sedes de la facultad.
Iniciar un proceso de balance abierto y colectivo de los posgrados que se dictan en la facultad. En esa línea, es imprescindible concretar la incorporación de representantes de las cohortes en las comisiones de Maestría y del Doctorado e incorporar la discusión acerca de la completa gratuidad de los mismos, condición que se ve vulnerada por el pago de matrículas y el derecho a defensa de la tesis.
Transformar en un hecho la premisa de que no puede haber trabajo no remunerado en la facultad. Pero además en la situación de Sociales se torna necesario rediscutir el criterio de 45 alumnos para los prácticos, 35 para los seminarios y 30 para los talleres. Esos techos fueron definidos por el Consejo Directivo hace más de diez años en otro contexto histórico y en un momento muy distinto de la facultad. Es tiempo de modificar esos puntos de referencia y establecer otros basados en criterios didácticos y pedagógicos, lo que además generaría más puestos de trabajo. A su vez, hay que establecer mecanismos abiertos y democráticos para acceder a las cátedras, que den cuenta, sobre todo, de la situación de los estudiantes avanzados que pretenden desempeñarse en el ámbito de la docencia.
Promover el debate sobre la carrera docente y otros mecanismo que permitan garantizar la estabilidad laboral a la vez que garantizar la calidad de la enseñanza, combinando esa condición con instancias de evaluación y formación regulares que acompañen el desarrollo de los docentes.
Promover y avanzar en la implementación del Claustro Único Docente como medida orientada a mejorar la representatividad de los docentes en las instancias de co-gobierno y como modo concreto de reconocer los derechos políticos de decenas de docentes que actualmente no pueden elegir sus representantes cuando no pertenecen ni al claustro de profesores ni al de graduados.

Colectivo de Izquierda (C. Política)
Espacio de Debate Interclaustros (Comunicación)
Sociología en Movimiento- Inventamos o erramos (Sociología)

Del 12 al 15 de septiembre votá:

En Consejo Directivo:
“Abriendo Caminos” | LISTA 25

En Sociología:
“Imaginación sociológica”| LISTA 205| Alcira Daroqui

En Comunicación:
“Espacio de Debate Interclaustros”| LISTA 53| Carlos Savransky

En Política:
“Frente de Unidad”| LISTA 10| Gisela Catanzaro

En Trabajo Social respaldamos la lista 11 “Germinal-El Viejo Topo”, con la candidatura a Directora de la Carrera de Jorgelina Matusevicius, y en Relaciones de Trabajo la lista 31 “Democratización RT”.

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